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EL CUENCO DE MADERA

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Te garantizo que recordarás la historia de El Cuenco de Madera mañana, dentro de una semana, dentro de un mes… incluso dentro de un año. Dice así: un anciano frágil se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Las manos del anciano temblaban, su vista se nublaba y su paso era vacilante. Cuando la familia se reunía a cenar juntos en la mesa, las manos temblorosas del anciano abuelo y su vista deficiente dificultaban que comiera fácilmente.

Las habichuelas rodaron fuera de su cuchara hacia el suelo. Cuando agarró el vaso, la leche se derramó sobre el mantel. El hijo y la nuera se irritaron con el desorden. ‘Debemos hacer algo con él’, dijo el hijo. Ya he tenido suficiente con la leche derramada, su comer ruidoso y que la comida terminara en el suelo.

Entonces, el esposo y la esposa pusieron una pequeña mesa en la esquina. Allí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba de su cena. Como el abuelo había roto uno o dos platos, le servían la comida en un cuenco de madera. Cuando la familia miraba en dirección al abuelo, a veces él tenía lágrimas en los ojos mientras se sentaba solo. Aún así, las únicas palabras que la pareja tuvo para él fueron fuertes advertencias cuando se le cayó un tenedor o se le derramó la comida. El niño de cuatro años lo observó todo en silencio. Una noche antes de la cena, el padre notó que su hijo jugaba con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente al niño: «¿Qué estás haciendo?» Con la misma dulzura, el niño respondió: «Oh, estoy haciendo un pequeño tazón para que mamá y tú coman su comida cuando yo crezca». El niño sonrió y volvió a su tarea. Las palabras impactaron tanto a los padres que se quedaron sin palabras.

Entonces las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Aunque no se pronunció palabra, ambos sabían lo que debían hacer. Esa noche, el esposo tomó la mano del abuelo y lo condujo suavemente de regreso a la mesa familiar. Durante el resto de sus días comió todas las comidas con la familia. Y por alguna razón, ni al esposo ni a la esposa parecían importarles más cuando se caía un tenedor, se derramaba leche o se ensuciaba el mantel.

En una nota positiva… He aprendido que, pase lo que pase, lo mal que parezca hoy, la vida sigue y será mejor mañana. Aprendí que puedes saber mucho sobre una persona por la forma en que maneja cuatro cosas: un día lluvioso, los ancianos, el equipaje perdido y las luces del árbol de Navidad enredadas. He aprendido que ganarse la vida no es lo mismo que hacer una ‘vida…’ He aprendido que la vida a veces te da una segunda oportunidad. He aprendido que no debes pasar por la vida con un guante de receptor en ambas manos. Necesitas ser capaz de devolver algo en ocasiones. He aprendido que si buscas la felicidad, te eludirá, pero si te concentras en tu familia, tus amigos, las necesidades de los demás, tu trabajo y en dar lo mejor de tí, la felicidad te encontrará. He aprendido que cada vez que decido con el corazón abierto, por lo general tomo la decisión correcta. He aprendido que incluso cuando tengo dolor, no tengo por qué estar solo. Aprendí que todos los días, debes extender la mano y tocar a alguien. A la gente le encanta ese toque humano: tomarse de la mano, un abrazo cálido o simplemente una palmada amistosa en la espalda. He aprendido que todavía tengo mucho que aprender.

 

Fuente: inspirationpeak.com

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